Creo necesario hacer aquí mención a lo que llamo “la espiral de rencor”. Ante una separación, sólo hay dos alternativas: o bien, simplemente, separarse; o bien, simplemente, autodestruirse. No hay otra. FRANCISCO RUIZ-JARABO

No se puede dudar de la máxima “quien te trate mal sacará lo peor de ti” (Obispo Hélder Cámara). Y al revés: si usted trata mal a alguien probablemente saque lo peor de ese alguien, que se volverá contra usted y, quizás, con mayor intensidad. Ambas sentencias son ciertas, pues una de las características de esa espiral de rencor es “ver la paja en el ojo ajeno y no ver la viga en el propio”. Esa es la esencia de esta espiral: devolver a la otra parte lo malo recibido… y con intereses.

Aunque nos referiremos a este fenómeno desde la perspectiva de una separación, es imprescindible percatarse de que el proceso comienza mucho antes (la separación matrimonial es el resultado de una espiral de rencor iniciada con anterioridad, durante el matrimonio, y que ha alcanzado un nivel de negatividad y daño imposibles de soportar).

El riesgo de caer en este proceso es enorme, por muy sensato que sea uno y muy sano su matrimonio. Las crisis matrimoniales hacen visibles los efectos de esa espiral hasta entonces imperceptible. Precisamente, ese es su mayor peligro: su invisibilidad. Su origen siempre es un detalle pequeño e insignificante, pero si ese detalle molesta a uno, se pone en marcha. En el 99% de los casos la espiral desaparece ahí mismo, bien porque la otra parte se disculpa, bien porque ese detalle no vuelve a repetirse, bien porque el matrimonio habla y se comunica, etc.

Un problema mayor se presenta cuando ese mal detalle se repite una y otra vez, pues uno percibirá que el otro no hace nada por enmendar su error, que ya no cuida la relación o la convivencia, etc. Y llegará el momento, con el paso del tiempo, en el que la parte ofendida finalmente estalle. El otro, claro, responderá: “tampoco es para ponerse así”, y entonces es cuando se produce una aceleración en la espiral. Pero esto es sólo un ejemplo burdo para explicar el proceso.

La esencia de la espiral de rencor es devolver a la otra parte lo malo recibido…
y con intereses

Los defectos como ataques deliberados

Cuando se trata a una separación matrimonial ya no nos referimos a pequeños detalles que alimentan la espiral (eso tuvo lugar hace ya mucho tiempo). Ahora la pareja se enfrenta a adversidades de gran trascendencia (aun considerados de forma independiente). Y, más grave aún, el rencor y el despecho imposibilitan apaciguar los ánimos, pacificar la situación, entenderse… y el primer impulso es el de devolver el daño causado. En el juzgado he sido testigo de terribles venganzas (“ya puedes ir olvidándote de ver a tus hijos”).

En un momento tan difícil, además, los defectos de cada uno – por ejemplo, la falta de puntualidad, o cualquier otro– se perciben por el otro como ataques deliberados. Y todo esto puede acarrear consecuencias impredecibles. La falta de paciencia es un fenómeno desencadenante habitual.

No parece exagerado decir, entonces, que en un proceso de separación guiado por el “a ver quién puede más” se acaben destruyendo padre y madre y, por añadidura, sus propios hijos.

La falta de paciencia es un fenómeno desencadenante habitual

Mecanismos de prevención

Así las cosas, ¿qué se puede hacer? Hay un principio básico en el que insistía San Pablo hace dos mil años: “Al mal sólo se le vence inundándolo de bien”. El mal no se puede vencer con más mal. Es verdad que en la batalla de una separación matrimonial no se tiene la cabeza precisamente fría, por lo que esperar una reacción lógica y/o sensata es muchas veces una especie de utopía (en una ruptura, lo de “dos no discuten si uno no quiere” no funciona del todo). Es bueno tener muy presente, en todo caso, las palabras de San Pablo.

Una solución fiable es la terapia familiar –que no busca sólo reconducir la maltrecha relación de la pareja, sino también evitar que las rotas se destruyan– o la mediación familiar, cuyos resultados son sorprendentemente buenos.

Por otro lado, es aconsejable hacer hincapié en que se necesita más empeño y fortaleza para perdonar que para dejarse arrastrar por el rencor y los deseos de venganza, de modo que todo mecanismo de prevención ayudará a evitar los traumas que traen consigo las separaciones matrimoniales.

Francisco Ruiz-Jarabo es titular del Juzgado de Primera Instancia nº 16 de Málaga.