Las personas no nacemos felices o infelices, sino que aprendemos a ser lo uno o lo otro. Con la felicidad nadie se topa a la vuelta de una esquina. No es como la lotería, que llega un día de repente. No hay felicidad a bajo precio. ALFONSO AGUILÓ

–Pero mucha gente piensa que es la sociedad la que te hace feliz o infeliz.
El entorno influye en nuestra felicidad, pero la felicidad no puede considerarse como algo externo al hombre, que a uno le toca o no le toca en la lotería de la vida. Si lo viéramos así, acabaríamos cayendo todos bien en un conformismo victimista o en una frivolidad irresponsable. Podemos hacer mucho por tomar las riendas de nuestra vida y ser felices.

–¿Pero se puede ser totalmente feliz?
Total y absolutamente feliz, no. Siempre hay cosas que nos hacen sentir desdichados. En toda vida humana hay momentos de dolor, y lo habitual es que sean frecuentes y dejen cicatrices en la persona. Cualquier biografía –apunta Enrique Rojas– está surcada por cordilleras de obstáculos y frustraciones. La vida es un forcejeo permanente con la adversidad.

–Pero si la vida es tan dolorosa y difícil, ¿cómo se puede ser feliz?
La felicidad no tiene que ver con vivir en un estado de euforia permanente o de continuos sentimientos agradables. Quien pensara así, estaría casi siempre triste, se sentiría desgraciado, y no sólo esa persona en cuestión, también probablemente su familia. Y digo esto porque el núcleo familiar percibe estas cosas. Muchos padres viven por ejemplo en el ingenuo convencimiento de que los niños no se enteran de nada de lo que pasa en casa, que son felices y se pasan el día riendo y jugando. Sin embargo, pese a sus sonrisas candorosas, lo ven todo. Y reflexionan. Y muchos sienten una terrible soledad.

–Pero la tristeza o la alegría es algo que depende mucho de la disposición hacia ella con que haya nacido cada uno…
Cada uno nace con una mayor o menor disposición a la alegría, con un humor distinto, eso es cierto. No obstante, la alegría ha de conquistarse; es preciso luchar por alcanzarla e incorporarla a nuestro carácter.

La felicidad no tiene que ver con vivir en un estado de euforia permanente o
de continuos sentimientos agradables

Talante positivo

Haríamos bien en reflexionar sobre el talante con que afrontamos las adversidades. Si uno se para a pensar, a lo mejor cae en la cuenta de que está esperando en balde a que las circunstancias cambien, porque probablemente no lo harán. Piensa que será feliz cuando las preocupaciones presentes desaparezcan. Pero sabe bien que cuando ésas pasen llegarán otras, y corre el peligro de consumir su vida esperando. Debería, por tanto, aprender a encontrar la felicidad en la brega normal de cada día.

Leí hace poco que la mayor parte de la gente muestra su verdadero rostro al enfrentar el sufrimiento y las contrariedades. En situaciones menos delicadas es más fácil aparentar, pero en la antesala del quirófano, o ante una desgracia importante, la gente suele mostrarse tal como es. En tales circunstancias se distinguen las personas positivas de las negativas.

–Pero las personas suelen ser negativas porque han pasado muy malos tragos. Probablemente no sea culpa suya.
Creo que no es ése el problema. Muchas veces resulta objetivamente más dolorosa y difícil la situación de quien menos se queja. Uno a lo mejor espera encontrar abrumada a una persona que ha sufrido una desgracia, y luego la ve muy entera. O se encuentra con otra que está completamente hundida por una adversidad menor. ¿Por qué? Creo que son dos formas de afrontar la vida.

Se debería aprender a encontrar la felicidad en la brega normal de cada día

Razones para sonreír

“¿Cómo es que usted sonríe siempre, cómo se las arregla para estar siempre contenta?”, le preguntaron a una famosa bastante sensata. Explicó que ella también tenía, como todo el mundo, sus momentos de tristeza y de cansancio. “Pero conozco el remedio, aunque no siempre sepa utilizarlo: salir de mí misma, interesarme por los demás, comprender que quienes nos rodean tienen derecho a vernos alegres. Pienso que cuando sonrío y me muestro alegre, al hacerlo, comunico felicidad a los demás, aunque yo a lo mejor lo esté pasando mal. Y, al dar esa felicidad a los demás, crece también en mi interior. Creo que quien renuncia a estar siempre pendiente de su propia felicidad y se dedica a procurar la de los demás, se encuentra casi sin darse cuenta con la propia.”

Por eso, las personas que se esfuerzan por sonreír aunque no tengan ganas, acaban por tener ganas de hacerlo.

–¿Y eso no son ganas de engañarse a uno mismo? Para sonreír debes encontrarte alegre. Si no lo estás, resulta antinatural.
El buen humor es una victoria sobre el propio miedo y la propia debilidad. La persona malhumorada suele disimular su inseguridad o su angustia mostrándose brusca y distante, algo a lo que con el tiempo acaba habituándose, convirtiéndolo en un rasgo de su carácter. Entra en un círculo vicioso del que habrá de procurar salir cuanto antes; y eso no es antinatural, sino todo lo contrario: es lo que reclama la naturaleza.

–Pero hablas de los efectos de miedos y debilidades, y miedos y debilidades tenemos todos…
Precisamente por eso, la diferencia entre unos y otros está en el modo de afrontarlos. Lo sensato es hacerlo con un poco de buen humor, riéndose un poco de uno mismo si es necesario.

–Pero no todo puede tomarse a la ligera. Hay muchas cosas que no tienen ninguna gracia…
Pero aunque no tengan ninguna gracia, siempre se puede sacar de ellas alguna enseñanza, algún bien. No me refiero a tomarse siempre las cosas a broma, sino a aplicar el buen humor para desdramatizar las contrariedades.

El buen humor es una victoria sobre el propio miedo y la propia debilidad

¿Por qué no eres más feliz?

Es curioso cómo muchas personas piensan que la felicidad es algo reservado a otros, ajeno a ellos mismos. Corremos el peligro de pensar que la felicidad es una especie de ensoñación que no tiene que ver con el vivir ordinario y concreto. Se asocia generalmente con los grandes acontecimientos, con disponer de una gran cantidad de dinero, con triunfar profesionalmente…, cuando no suele lograrse así.

–¿No es eso un tópico? Como si para ser feliz hubiera que ser pobre, miserable y desafortunado…
De entre los pobres, miserables y desafortunados, unos son felices y otros no. Y entre los ricos y poderosos, los hay también felices e infelices. Eso demuestra precisamente que la felicidad y la infelicidad parten del interior de la persona.

Chéjov decía que la tranquilidad y la satisfacción del hombre están dentro de él mismo, y no fuera. Que el hombre vulgar espera lo bueno o lo malo del exterior, mientras que el hombre que piensa lo espera de sí mismo.

Alfonso Aguiló es experto en educación y autor de numerosos libros y artículos.