Cuando la tripulación del Ares 3 se ve obligada a evacuar Marte ante una peligrosa tormenta de arena, el astronauta Mark Watney queda atrapado y solo en un planeta deshabitado, en el que apenas dispone de equipo y abastecimientos para sobrevivir por un tiempo limitado… CARMEN SEBASTIÁN

A pesar de las adversidades, Watney recurre a sus habilidades científicas y técnicas –es botánico e ingeniero mecánico–, para encontrar la forma de subsistir, antes de que sea demasiado tarde. Gracias a su diario de a bordo –en el que plasma sus vivencias, preocupaciones y hallazgos–, conserva además el buen humor y su lucidez mental característica. Si bien sus compañeros temen que ya pueda haber muerto –es lo razonable–, la NASA descubre, a través de un satélite, que Mark sigue con vida, convirtiéndose entonces su eventual rescate y regreso a la Tierra en una aventura tan terrible como fascinante, en una misión incierta, de esperanza y desesperanza al tiempo, que exigirá de su protagonista lo mejor de sí.

Los personajes

  • Mark Watney se convirtió en uno de los primeros hombres en caminar por la superficie de Marte; ahora está seguro de que será el primero en morir allí. La tripulación de la nave en que viajaba se ve obligada a evacuar el planeta rojo por una tormenta de nube y polvo, abandonándole a él allí tras darle por muerto. Sin embargo, Mark sobrevive y, aunque su incomunicación con la Tierra compromete su futuro, es capaz de adaptarse a las duras circunstancias. Lo cierto es que no se da por vencido y que, gracias a su ingenio, sus habilidades y sus conocimientos sobre botánica, se enfrenta con éxito a desafíos aparentemente inabordables. Su sentido del humor, atinado y clarividente, acabará siendo su más valioso aliado. Empeñado en seguir con vida, ideará un plan absolutamente demencial –o cuando menos absurdo– para ponerse en contacto con la NASA.
  • Melissa Lewis es la comandante de la misión Ares 3. No se perdona a sí misma por haber dado la orden de abandonar a Mark a su suerte sin haber verificado primero su pérdida. Por sorprendente que pueda parecer en un principio, le gusta ver programas de televisión basura y escuchar música disco, también en el espacio.
  • Annie Montrose es la directora de comunicación de la NASA, y quien administra la información que la prensa –ávida– demanda sobre cómo progresa el rescate de Mark. Su tarea es peliaguda, pues consiste en tomar decisiones sobre cómo y qué decir a la opinión pública acerca de lo que está pasando. Se debate por norma, por tanto, entre mantener al mundo informado y proteger la reputación de la NASA.
  • Theodore Sanders es el director jefe de la NASA, y quien toma en última instancia las decisiones más importantes y arriesgadas sobre la misión de rescate.
  • Mitch Henderson dirige la misión del Ares 3. Su prioridad es proporcionar bienestar y estabilidad a la tripulación, en la medida de lo posible.
  • Chris Beck y Beth Johanssen, astronautas, y cirujano y operadora de sistemas respectivamente, comparten desde hace años carrera espacial y, al parecer, los mismos sentimientos de amor recíproco.
  • Rick Martinez es, por último, comandante piloto de la misión Ares 3, y el más cercano del equipo a Watney.

El libro frente a la película

Marte (The Martian) es la adaptación cinematográfica de la novela homónima de Andy Weir, que no es sino una pequeña joya literaria de la ciencia ficción. Narrada con sorprendente desparpajo y sencillez, y autopublicada en 2011, se lanzó al gran público en 2014, de la mano de Crown Publishing, acabando por convertirse en un fenómeno editorial a raíz del estreno mundial de la película de Ridley Scott.

Se trata, conviene señalarlo, de una obra coral. Si bien el protagonista indiscutible es el astronauta Mark Watney, novela y película son al fin un maravilloso homenaje a todos aquellos que, sin subirse a la nave, hacen posible el viaje: constituye un reconocimiento a los astrofísicos, a los ingenieros, a los gestores y a los científicos que, aun calladamente pero sin escatimar esfuerzos ni horas de sueño, son también verdaderos y audaces protagonistas de la aventura espacial.

Director y guionista –el tejano Drew Goddard– proponen un formidable diálogo entre lo que sucede en la Tierra y lo que sucede en Marte; un diálogo que en apenas dos minutos alcanza un ritmo vigoroso y que luego, en su transcurso –y eso es meritorio–, ya no decae. Marte (The Martian) no es quizás una película trepidante –como quizás sí lo sea Gravity–, pero administra como el libro, en cada momento, la tensión justa.

Admirar conmovido

Desde un punto antropológico, la historia de Mark se parece en cierta medida a la de la humanidad; en primera instancia, es preciso cubrir las necesidades básicas: comida, agua y refugio. Libro y película son un relato divertido: “Los mendigos no pueden elegir”, comenta Watney cuando cae en la cuenta de las raciones que tiene –y cómo ha de espaciarlas en el tiempo– para sobrevivir.

En segunda instancia, la necesidad de comunicación: la lucha titánica del astronauta por establecer contacto con la Tierra, ideando el modo con una tecnología que parece a todas luces insuficiente (y en un primer momento, la necesidad de hablar consigo mismo a través de un ordenador que utiliza a modo de diario).

Por último, la necesidad de trascendencia que sugiere la cinta. Es enternecedora, por ejemplo, la escena en la que brota la primera planta de patata: el protagonista es capaz de admirar conmovido un simple brote, de mimarlo y cuidarlo como ser vivo; porque si bien posee los conocimientos de botánica necesarios, no deja de producirle estremecimiento esas tres hojas verdes, frágiles y diminutas, determinantes para su vida. Su capacidad de asombro ante las dunas, por otra parte –los colores intensos, ese paisaje árido y seco pero que contempla todas las noches, extasiado ante la naturaleza–, parece también ser la reacción del hombre a la vista de la grandiosa obra de la creación.

El asombro del astronauta ante las dunas, extasiado,
evoca la reacción del hombre a la vista de la grandiosa obra de la creación

Viaje interior

Marte (The Martian) es una película de supervivencia, que comparte las constantes vitales –los valores– de aquéllas que se erigieron en obras maestras, como la Odisea, por ejemplo, o también Robinson Crusoe: la continua lucha por mantenerse activo, despierto, comunicador, confiado, creyente… Es una película sobre la supervivencia del ser humano, como digo, pero también sobre la supervivencia del espíritu humano.

Mark Watney aferra entre sus manos el crucifijo de su compañero; no es católico, pero se aferra a él como a un auténtico salvavidas… La historia cuenta con momentos épicos, sin duda, pero no hay en ella héroes ni villanos, más bien un entorno dificilísimo al que una persona se enfrenta con todo lo que tiene para sobrevivir y volver a casa.

Nuestro protagonista descubre la soledad, y el valor de la comunicación: a través del ordenador cuenta los días que van aconteciendo, sus logros y sus dificultades, un relato que se convierte en desahogo y alivio necesarios. Pero su lucha no descansa hasta volver a entablar comunicación con sus compañeros en la Tierra.

La peripecia de Mark Watney es un viaje al espacio exterior, pero también al interior de cada uno: cuanto más lejos se encuentra, más acuciante es la necesidad de enfrentarse a los propios temores, frustraciones, miedos e incapacidades.

Cuando los excursionistas expertos emprenden una ruta nueva, tienen que darse la vuelta de vez en cuando y caminar de espaldas para reconocer a su regreso el paisaje y la orografía: nuestro astronauta ha de emprender una y otra vez ese camino de regreso proyectándose hacia adelante, para volver sobre sus pasos, retroceder y caminar unos metros más; sin desfallecer, de su organización exhaustiva, perfectamente estudiada, depende su vuelta a casa.

Pese a la situación extrema a la que se ha visto abocado –el silencio, la soledad, el entorno hostil y árido–, los espacios inabarcables, de gran belleza, le permiten encontrarse a sí mismo tanto física como emocionalmente. En esta especie de retiro involuntario, su genio y su creatividad se ponen al servicio de la supervivencia, en la que se va descubriendo.

La peripecia de Mark Watney es un viaje al espacio exterior,
pero también y sobre todo al interior de sí mismo

Algunas escenas

Para Mark, se trata de una travesía vital en la que el viaje de regreso, como en el caso de Ulises, se convierte en el verdadero viaje. Pero cabe decir lo mismo de todos sus compañeros, guiados también por el amor y la familia: la comandante, por el reencuentro con su marido; el piloto, por la esperanza de abrazar de nuevo a su mujer y a su hijo; y los tripulantes Chris Beck y Beth Johanssen, por el inicio de una nueva aventura personal no menos excitante y apasionada que la del viaje espacial.

Por último –y como anécdota–, señalar el contraste vital que surge entre Mark y la jefa de prensa, Annie: la foto que le permita demostrar a Annie que el astronauta sigue vivo remite únicamente al sentido de la vista, mientras que la existencia de Mark en Marte remite a pequeños y constantes actos de fe.

Marte (The Martian) es una película que reconcilia a los seres humanos entre sí; al final, todos habitamos el mismo planeta, diminuto, frágil y azul, y todos somos capaces de grandes gestos, heroicos y generosos: “Cada ser humano tiene un instinto básico: ayudarse el uno al otro. Si un excursionista se pierde en las montañas, la gente va a coordinar una búsqueda. Si un tren se estrella, la gente hace cola para donar sangre. Si un terremoto arrasa una ciudad, la gente de todo el mundo va a enviar suministros de emergencia. Esto es tan fundamentalmente humano que se encuentra en todas las culturas sin excepción. Sí, hay algunos a los que simplemente no les importa, pero los superan en número, por mucho, a los que sí les importa. Por eso he tenido a millones de personas de mi parte.”

Carmen Sebastián es licenciada en Ciencias Químicas y orientadora familiar.