Directora de la Fundación Desarrollo y Persona, Nieves González Rico, licenciada en Medicina y Cirugía, máster en Sexología y experta en Planificación Familiar Natural y Educación Afectiva y Sexual, imparte numerosos cursos y seminarios con el objetivo primordial de hacer ver que a amar se aprende. Este es el resumen de nuestra charla.
JULIO MOLINA
PREGUNTA. ¿Cómo se llevan entre sí vida afectiva y vida sexual?
RESPUESTA. La vida afectiva y la vida sexual están llamadas a ir intrínsecamente unidas. La afectividad nos capacita para entrar en relación con lo que nos rodea y responder a ello desde el propio corazón. La realidad provoca en nosotros un sinfín de emociones y sentimientos, y albergamos un deseo profundo de ser felices, un anhelo infinito de querer y ser queridos.
La sexualidad, por su parte, es una dimensión de la persona que permite ser y estar en el mundo como hombre o mujer y expresar a través de un lenguaje precioso, el del cuerpo, todo lo que habita en nosotros.
Por eso hablamos de lo afectivo-sexual: tenemos el deseo de querer y ser queridos, de vivir y dar la vida, y ese deseo lo cumple precisamente el cuerpo que somos.
P. La relación entre lo afectivo y lo sexual, sin embargo, no parece ser hoy especialmente estrecha.
R. Lo que sucede es que nos rodea una cultura relativista y hedonista, en la que la persona, también en el ámbito de la sexualidad, queda reducida a consumo. El cuerpo se convierte así en un objeto que tengo, que uso, con el que busco primordialmente el placer inmediato. Es una lástima porque eso lleva a reducir la sexualidad a genitalidad y a olvidar, por tanto, que en todo cuerpo habita una persona.
P. ¿Cómo explica este fenómeno?
R. Nos cuesta darnos cuenta del valor infinito que tenemos, del tesoro que nosotros mismos somos. Preferimos buscar fuera de nosotros y por eso, con enorme frecuencia, nos invade un sentimiento de vacío. Así que intentamos ir más y más allá en busca de algo que no acaba de aparecer nunca.
La pubertad y la adolescencia son momentos delicados. Los hijos experimentan entonces complejas trasformaciones físicas y psicológicas y se vuelven frágiles, inseguros. Son especialmente vulnerables a la influencia del entorno, así que los padres han de realizar un esfuerzo para acompañarlos en su aventura, preciosa, de descubrirse a sí mismos como únicos e irrepetibles y creados para amar. Esta vulnerabilidad propia del momento vital que atraviesan se agrava en ocasiones a causa de problemas familiares, económicos, de salud… y es más fácil que cedan entonces a dañinas tentaciones para intentar ser tan felices como desean. Una de esas tentaciones es sin duda la de entregarse al sexo, llamémoslo, devaluado, lo cual tiene hondas repercusiones en la persona.
“Nos cuesta darnos cuenta del valor infinito que tenemos,
del tesoro que nosotros mismos somos”
P. Hablamos de un problema de calado.
R. Es un tema central. El sentido de la vida reside en el amor, en aprender a amar, y ahí nos lo jugamos todo. Y a amar, se aprende. Hay unos años en los que a través de la familia, la amistad, a través de las primeras relaciones afectivas bien vividas, se aprende a ser mejor, a abrirse al otro y a descubrirlo tal como es.
P. ¿Y cómo aprende uno a valorarse?
R. Siendo valorado y amado. Por eso el ámbito natural en el que descubrimos nuestro valor como personas es la familia. En la educación afectiva y sexual de los niños y adolescentes, los padres juegan un papel esencial, son los primeros y fundamentales educadores, quienes han de ir mostrando el camino, descubriendo progresivamente la verdad sobre la que los hijos puedan luego cimentar la libertad que les ha sido dada.
Más allá de la familia, los hijos necesitan sin duda a sus amigos, que son el lugar de entrenamiento de la afectividad primera, el entorno en el que los chicos se conocen a sí mismos en relación con otros, en el que aprenden a expresarse con sinceridad, a discutir y perdonarse. Con el tiempo experimentarán el enamoramiento y protagonizarán la aventura de ir conociendo a otra persona.
P. ¿Hablan los padres de sexualidad con sus hijos? A veces parece existir un pacto implícito de no intromisión en determinados temas.
R. Son muchos los chicos y las chicas con los que no se ha hablado en casa de forma explícita sobre todos estos asuntos (sobre el cuerpo, la intimidad, la virginidad, el pudor, las relaciones sexuales…). En ocasiones resulta muy fatigoso para los padres, pues les exige hablar en profundidad con sus hijos de lo que de verdad desean para ellos. Pero es imprescindible que lo hagan. Muchas veces los padres se dan por satisfechos confiando sencillamente en el buen hacer de sus hijos, pero la educación conlleva una tarea de comunicación y diálogo sincero. Los hijos han de recibir propuestas claras de vida.
“El sentido de la vida reside en el amor, en aprender a amar, y ahí nos lo jugamos todo”
P. ¿Qué papel juegan hoy los medios?
R. A nadie se le escapa que los medios de comunicación generan cultura. Presentan situaciones que, con el tiempo –a fuerza de insistir en ellas una y otra vez–, acaban por normalizarse. Situaciones que probablemente muy poca gente hubiera aceptado de buen grado unos pocos años atrás. Y si la televisión (hoy día, Internet) y los medios de comunicación de masas se han convertido para los adultos en los puntos de referencia para entender al ser humano, para los menores, como es obvio, también. Es muy importante, por tanto, discernir los distintos contenidos y, en cada uno, lo que resulta valioso, y acostumbrarse a dialogar con los hijos sobre aquello que han visto.
P. ¿Cómo se enfrentan los jóvenes al terreno afectivo y sexual?
R. De un taller de vida afectiva y sexual los jóvenes esperan instintivamente que se les hable de genitalidad. Pero luego, una vez en el aula, las cosas cambian. Les interesa el afecto: quieren entender mejor la diferencia que existe entre ser amigo y sentir algo hacia alguien, entre sentir algo hacia alguien y estar enamorado, saber por qué es tan difícil dejar de pensar en alguien cuando no te hace caso, cómo se consigue el amor para siempre… Anulados los prejuicios, uno repara fácilmente en las verdaderas preocupaciones de los jóvenes: ¿cómo ser yo mismo?, ¿por qué es tan difícil ser yo mismo en relación con los demás?, ¿he de ser distinto para que me acepten? Hay muchas preguntas, sin duda, sobre sexualidad, pues hay al respecto mucha confusión, pero el mundo de la afectividad se torna más importante.
“De un taller de vida afectiva y sexual los jóvenes esperan instintivamente que
se les hable de genitalidad”
P. ¿Cuáles son las claves para aprender a amar?
R. Yo diría que ha de redescubrirse que la vida es un regalo, que no nos la damos nosotros mismos y que es importante mostrarse por ello agradecidos. Recibimos un cuerpo sexuado, que nos hace hombres o mujeres y nos llama a cumplir los dos grandes deseos que todos albergamos en nuestro interior: amar y ser amados, vivir y dar la vida. Gracias a la libertad de la que somos soberanos estamos en disposición de poner los medios para lograr satisfacer estos legítimos deseos.
P. ¿Qué me puede decir de la influencia de la pornografía y de su consumo en Internet?
R. Es un asunto que preocupa especialmente. Hoy en día los chicos tienen un muy fácil acceso a Internet, de modo que la pornografía ya no pasa, como en el pasado, por el videoclub o el kiosco. Creo que es importante que los padres establezcan las precauciones adecuadas, activando los sistemas de control parental pertinentes. Pero no basta sólo con eso; la educación, como venimos diciendo, es imprescindible. Somos, en cierto modo, aquello que miramos, y la pornografía reduce la sexualidad a una genitalidad dura y fría que hace daño a la persona. Cuanto más joven se inicia uno en ella, mayor es el riesgo de caer en la adicción. El papel de la familia es, una vez más, crucial. La familia es el lugar en el que, abrazados incondicionalmente, aprendemos cada día que somos más grandes de lo que hacemos y que siempre podemos volver a empezar. La familia está llamada a ser madre y maestra: madre para abrazar con amor; maestra para enseñar a los hijos la verdad que les ayudará a ser libres, y a aprender a amar.