La guía maestra de la formación es la búsqueda de la verdad. De la verdad sin ambages,  sin simulaciones o falsedades, desnuda –por así decirlo–, y desprovista por tanto, claro, de propaganda, la cual, en su maniqueísmo, trata no sólo de conducir a las personas hacia una suerte de esperanza en la felicidad, sino de argumentar con violencia ad hominem (contra el hombre), para infundir temor en aquellos que discrepan.
EMILIO LÓPEZ-BARAJAS ZAYAS

Así las cosas, la puesta en marcha de una reforma educativa –se entiende aquí que hablamos de una reforma capaz de responder a los múltiples desafíos a los que nos enfrentamos– precisa de una reflexión serena, sosegada, por cuya mirilla nunca se pierda de vista la aludida verdad de las cosas. Para ayudar a conseguirlo, expondré a continuación una serie de cuestiones, o asignaturas –si se me permite la expresión–, que habrían de ser atendidas convenientemente.

La primera asignatura tiene que ver con la inclinación natural, común a todos los seres humanos, a saber de las cosas materiales, físicas, sustantivas, esenciales y divinas (sindéresis). Un sistema educativo que no promueva esta disposición, que pase por alto los valores sustantivos, esenciales, de la realidad, y que interprete ésta a través de la óptica relativista, se convierte en presa fácil para cualquier grupo endogámico.

La segunda asignatura, en línea con lo anterior, parte de la base de que la verdad está en las cosas –y esto es algo esperanzador–, mientras que lo que de verdadero o falso tengan, así como la educación, está en el entendimiento[1]. Por ello, es necesario conocer los principios por los que se rige la realidad, a los que en ningún caso afectan los factores ambientales de cada época. En el orden físico, por ejemplo, se sabe que, de acuerdo con los principios de la teoría de la relatividad especial de Einstein, “las leyes físicas se cumplen puntualmente en todos los sistemas inerciales de referencia; y que la velocidad de la luz en el vacío es una constante universal”, por lo que este enunciado ha de ser, necesariamente, el punto de partida comúnmente aceptado en cualquier discusión al respecto. El conocimiento de los principios posibilita, así pues, el diálogo consistente, sereno, enriquecedor, acerca de aquello que las cosas son.

Es preciso conocer los principios por los que se rige la realidad,
a los que no afectan los factores ambientales de cada época

La naturaleza objetiva de las cosas

La tercera asignatura, relacionada con la segunda, consiste en saber diferenciar significado, por una parte, y sentido, por otra, con el fin de poner un poco de orden en la Babel reinante. El significado de una cosa alude a la verdad de la misma, mientras que el sentido se refiere tan solo a la percepción que de ella tenemos a través de los sentidos, externos o internos. El agua es, por ejemplo, simple y llanamente, H2O, y su sentido –por referirme a algo–, si fue envasada en los municipios de Lanjarón o de Lozoya.

Una de las piedras centrales con que se ha de cerrar el arco de bóveda de la reforma educativa, de cuya colocación depende, por tanto, que permanezca en pie o se venga abajo –a mi juicio, por supuesto–, es sin duda la de saber y aprender que la naturaleza de las cosas es objetiva y que lo verdadero del conocimiento, por esto mismo, no puede tener otra fuente que la confrontación sistemática de la lógica y la experiencia. Según algunos señalan de forma inquisitiva, la naturaleza no es más que un epifenómeno de la cultura, y ésta, en consecuencia, algo así como un demiurgo, autor o fuente de la naturaleza. Un forzamiento, en fin, porque la cultura, por mucho que se la aúpe a esos altares, está allí perdida, no encuentra el sitio[2].

La cuarta asignatura alerta sobre la democracia, que no es, desde luego, una lucha de poder para dirimir quién impone un totalitarismo cultural o educativo determinado. La acción en política social y educativa debe considerar seriamente –huelga decirlo– los distintos paradigmas del conocimiento científico, ya sea a nivel conceptual o empírico, además de respetar la libre disposición de cada ciudadano, expresado su bien vivir en las libertades responsables que le son propias. La reforma educativa sólo puede llevarse a cabo, en definitiva, a partir del entendimiento.

La quinta asignatura recomienda que esta acción, además de cumplir con los requisitos elementales anteriores, armonice con aquellas otras que se hayan dispuesto desde lo que hemos llamado: el plan estratégico; las decisiones tácticas; y los criterios y normas de orientación práctica. Hagamos sobre cada una de ellas algunas consideraciones.

La reforma educativa sólo puede llevarse a cabo a partir del entendimiento

El plan estratégico

La sexta asignatura, enmarcada ya en el ámbito de la estrategia, tiene que ver con la familia, a la cual le corresponde la tarea de impartir la educación formal, esto es, los conocimientos que enseñan a vivir y a morir. Esta proposición conceptual es fundamental, por la evidente razón de que la familia es célula social natural. Algunas voces reclaman una suerte de paternalismo estatal, por el que se asigna esta tarea a la escuela –liberando a los pobres padres de lo mucho que tienen que hacer–, algo que no sólo es descabellado, pues la razón de ser de la escuela es ciertamente otra, sino también irrealizable. La escuela tiene por objeto la enseñanza y el aprendizaje, lo cual no es poco, y cuenta para ello con la ayuda y la colaboración del Estado, que vela por su normal funcionamiento proporcionándole lo necesario. La educación formal es, así las cosas, tarea y responsabilidad de los padres de familia.

La formación del carácter

El Informe PISA[3], que evalúa a nivel mundial, por países, el rendimiento académico de los estudiantes, seleccionó en su momento las disciplinas que determinan de forma más significativa el éxito o el fracaso de los alumnos en los niveles básicos del aprendizaje. Los expertos se decantaron al fin por las ciencias, las matemáticas y el lenguaje o la comprensión lectora, disciplinas que, sin duda, merecen su inclusión en dicha relación. Sin embargo yo añadiría, abordando ya la séptima de mis asignaturas, en el terreno esta vez de lo táctico, la formación del carácter, pues de éste depende, y de un modo decisivo, que los estudiantes afronten la vida –y el servicio cívico que vivir lleva implícito– con coraje.

Hoy en día, no obstante, su hueco lo ocupa la educación para la ciudadanía, que tiene –o puede llegar a tener– un fuerte componente ideológico o de grupo[4]. La educación del carácter, por el contrario, fundamentada en las virtudes –hábitos estables–, es heredera de una tradición integradora, luminosa y de un alcance mucho más amplio, pues no es sólo psicológica o sociológica, sino también y sobre todo ética.

La octava y última asignatura pendiente se refiere a la práctica diaria de la enseñanza y el aprendizaje, cuyos encargados de concebir y llevar a cabo son la dirección del centro y el claustro de profesores. Ambas partes, en estrecha colaboración, han de definir su proyecto de centro así como las programaciones de aula, de tal modo que impulsen eficazmente, junto a la familia, la dinámica del proceso enseñanza-aprendizaje.

Por último, siquiera como coda final, llamar la atención sobre la necesidad de reforzar la autoridad del profesorado, una cuestión que de por sí merece un artículo aparte.

Emilio López-Barajas Zayas es catedrático de Fundamentos de Metodología Científica, y actualmente profesor emérito de la Facultad de Educación de la UNED.


[1]López-Barajas Zayas, Emilio. (2015). Introducción a la metodología Científica. Logroño: Unir Editorial.
[2]López-Barajas Zayas, Emilio. (2017). Significado y sentido del desarrollo humano. Análisis epistemológico. En Ibáñez Martín J. A. y Fuentes J. L., (Editores), Educación y capacidades: hacia un nuevo enfoque del desarrollo humano. Madrid: Dykinson.
[3]Por sus siglas en inglés, Programme for International Student Assessment, elaborado por la OCDE.
[4]Fuentes, Juan Luis y Albertos Jesús E. (2017, pág.157-172). Educación del carácter y educación para la ciudadanía: alcance y limitaciones. En Ibáñez Martín J. A. y Fuentes J. L., (Editores), Educación y capacidades: hacia un nuevo enfoque del desarrollo humano. Madrid: Dykinson.