Pasemos al tercer y último grupo de requisitos de la comunicación, aquellos que están relacionados con el modo de comunicar. JUAN MANUEL MORA GARCÍA DE LOMAS
El primero es la profesionalidad. A nadie se le escapa que las discusiones pueden desarrollarse en un tono apasionado, especialmente si pesan en ellas los argumentos religiosos. Basta pensar en la fuerza que tiene en estos momentos el laicismo en algunos países; o la que ha tenido el clericalismo en tiempos pasados. Se corre el riesgo de que las discusiones acerca de ideas, valores y opiniones se planteen como guerras de religión.
Por eso es importante mantenerse en el plano argumentativo profesional: si se habla de leyes, en el ámbito jurídico; si de medicina, en el médico; y así sucesivamente. Un parlamentario creyente –de cualquier religión– que quiera rebatir una propuesta de ley sobre un tema con serias implicaciones morales, no lo logrará evocando argumentos religiosos, sino exponiendo razones de legislación comparada, de filosofía del derecho, o de otro tipo, siempre que puedan ser compartidos por parlamentarios de cualquier otra religión.
El profesionalismo lleva a respetar la metodología, los argumentos y la terminología propios de cada tema de debate. Por lo que se refiere a la comunicación, el profesionalismo lleva a respetar –en la medida de lo posible– los tiempos y otros requisitos. Un artículo de opinión tiene que llegar el día en que el tema resulta oportuno, antes de la hora de cierre, y con la extensión apropiada. En estos detalles formales y en otros más de fondo se expresa.
Se corre el riesgo de que las discusiones acerca de ideas, valores y opiniones
se planteen como guerras de religión
De la dialógica a la dialéctica
El segundo es la transversalidad. Hemos hablado de profesionalismo a propósito de las discusiones en las que pesan motivaciones religiosas. Mencionemos ahora la importancia de la transversalidad en los debates influidos por motivaciones políticas. En algunas ocasiones, los debates sobre valores están muy ligados a las discusiones políticas, de manera que se adoptan posiciones rígidas, casi irreconciliables: se pasa de la dialógica a la dialéctica. Por eso, quienes proponen valores como la vida que, por ser concordes a la naturaleza humana, son potencialmente universales, han de intentar eludir esos condicionantes, han de sortear el peligro de que la propuesta sea rechazada de antemano no por su debilidad racional objetiva, sino por posicionamientos políticos tomados a priori.
Muchos debates sociales se vuelven desoladoramente pobres cuando se convierten en mera confrontación entre políticos que casi por definición no pueden ponerse de acuerdo, y se vuelven así incapaces de resolver los problemas reales de la gente.
Muchos debates sociales se convierten en mera confrontación entre políticos que
por definición no pueden ponerse de acuerdo
Sembrar, regar, podar, limpiar y esperar antes de cosechar
Y el tercero es la gradualidad. Las ideas dominantes y las tendencias sociales tienen una vida compleja: nacen, crecen, se desarrollan, cambian y mueren siguiendo unos procesos difíciles de conocer e interpretar. La comunicación de ideas tiene mucho que ver con el cultivo: sembrar, regar, podar, limpiar, esperar, antes de cosechar. Es más parecida al cultivo de un jardín que a la construcción de un edificio.
Se ha dicho que nuestra visión del mundo suele seguir un paradigma masculino, donde lo importante es la acción, la técnica, la eficacia y la rapidez. Haría falta aplicar también el paradigma femenino, porque la mujer sabe bien que todo lo que tiene que ver con la vida tiene su propio ritmo, requiere espera, reclama paciencia.
La comunicación de ideas y valores afecta a convicciones y comportamientos que no cambian de la noche a la mañana y tienen tiempos largos de maduración intelectual y existencial. Lo contrario del principio de la gradualidad es la prisa y el cortoplacismo que llevan a la impaciencia y muchas veces también al desánimo, porque es imposible lograr grandes objetivos en plazos cortos.
Juan Manuel Mora García de Lomas es vicerrector de Comunicación de la Universidad de Navarra.