La educación diferenciada aplica métodos docentes adecuados a las peculiaridades madurativas, conductuales y cognitivas de cada sexo, un modelo educativo del que se desprenden no pocos beneficios personales y académicos. MARÍA CALVO CHARRO

Dentro de esos beneficios cabe apreciar un mejor entendimiento y respeto entre sexos opuestos, un ambiente más relajado y agradable en el aula, mayores facilidades para ejercer la docencia y mejores resultados académicos[1] que los que proporcionan las escuelas mixtas. Por si fuera poco, conviene señalar que este modelo ayuda a disminuir notoriamente la conflictividad y la violencia, a mejorar la autoestima de los alumnos, a favorecer la verdadera igualdad de oportunidades y a responder a las peculiaridades de niños y niñas y a sus problemáticas específicas[2].

Frente al mito de la llamada “neutralidad sexual”, la educación diferenciada presenta ventajas evidentes, las cuales ayudan a alcanzar más efectivamente los objetivos educativos y culturales y a ensanchar el horizonte de posibilidades de los alumnos (ya que los docentes trabajan con grupos más homogéneos).

Aprender de forma distinta

La condición de hombre o mujer incide directamente en el desarrollo emocional e intelectual de las personas. Cada sexo madura a distinta velocidad, lo cual explica el dispar rendimiento académico de alumnos y alumnas. El desarrollo cognitivo del varón, por ejemplo, es más lento en ciertos tramos de edad. Desde los 7 y hasta los 16 años, las niñas extraen de sí un mayor rendimiento intelectual: destacan con respecto a los niños en destrezas verbales, articulando mejor las palabras y construyendo frases más largas y complejas. Sobresalen desde el primer momento en lectura y escritura, poniendo de manifiesto las carencias de sus pares masculinos (y provocando en ellos, por consiguiente, frustración y desánimo).

Niños y niñas presentan también importantes diferencias en otros campos: intereses, juegos, aficiones, inquietudes, socialización, afectividad, respuesta ante idénticos estímulos, prioridades, etc., las cuales deberían conducir a implementar distintas formas de enseñar, pues lo que resulta válido para ellos puede provocar efectos negativos en ellas, y viceversa. La educación diferenciada parte precisamente de este presupuesto, el de que las estrategias para conseguir rendimientos parecidos difieren en varones y féminas.

Lo que resulta válido para ellos puede provocar efectos negativos en ellas, y viceversa

Una dificultad añadida para la labor docente

Esta asimetría en todos los órdenes entre niños y niñas dificulta y resta eficacia a la tarea de los educadores. Señala el pedagogo García Hoz que si el profesor explica de forma muy razonada y analítica a niños y niñas en la misma clase, las niñas se aburrirán, y si explica de forma más ágil y explícita, los niños no terminarán de entender.

Enseñar a todos los alumnos por igual, sin considerar todas esas variables emocionales, conductuales y madurativas, entorpece en exceso y lamentablemente la labor docente. Profesores de colegios mixtos norteamericanos afirman perder el 80% del tiempo de clase salvando crisis generadas como consecuencia de las diferencias de criterios y formas de pensar entre chicos y chicas.

Estadísticas e investigaciones muestran que los resultados en colegios de educación diferenciada son considerablemente mejores –hasta un tercio más destacados, según la National Foundation for Educational Research– que en los mixtos. El gusto por aprender, además, mejora mucho cuando los contenidos tienen en cuenta las diversas preferencias del cerebro masculino y femenino.

Enseñar a todos los alumnos por igual entorpece la tarea de los educadores

Libres de distracción y de presiones

Para las niñas la separación de sexos en el colegio es esencial de cara a alcanzar luego una igualdad real porque, como reflejan diversos estudios[3], rinden más y mejor en asignaturas tradicionalmente masculinas cuando están solas. Se ha observado que en los colegios mixtos las niñas no optan por materias o actividades típicamente masculinas por miedo a no ser hábiles o a ser rechazadas en el grupo, y que, en colegios sólo de niñas, en cambio, se inclinan con naturalidad por actividades como el fútbol; en estos casos, además, mejoran su rendimiento académico en asignaturas de la rama de ciencias y prosiguen a menudo estos estudios al pasar a la universidad. Mientras, los niños, en los colegios mixtos, apenas optan por las clases de francés, poesía o teatro por miedo a parecer poco masculinos ante sus compañeras.

La presencia constante del otro sexo en el colegio es factor de dispersión, y les obliga a estar pendientes de la imagen que proyectan en lugar de centrarse en su propia personalidad sin complejos ni miedos. La educación diferenciada ofrece a los adolescentes un espacio libre de distracción, libre de presiones, que les facilita la maduración personal. En aulas diferenciadas, durante los complejos años de la adolescencia, chicos y chicas comprenden más fácilmente el papel de su propio sexo.

Para las chicas la separación es importante también para consolidar sus amistades; en las aulas mixtas las niñas dejan de cooperar entre ellas y abandonan su empatía innata para competir y enemistarse: delante de los chicos transforman su compañerismo en competitividad. Por el contrario, el liderazgo, la autoconfianza de las chicas y la capacidad de mantener buenas relaciones, mejora significativamente en centros femeninos. Cuando se encuentran en ese ambiente, hay una validación sin palabras de las normas femeninas y de sus consecuencias, entre las que destaca la facilidad para mostrar afecto y compasión.

También los chicos se benefician de la separación por sexos[4], pues se respetan sus propios ritmos biológicos y de aprendizaje, se refuerza su autoestima y desarrollan más libremente sus capacidades. No temen hacer preguntas estúpidas y se atreven a bromear con los profesores. Pero quizá lo más destacable es que se liberan de los estereotipos masculinos y de la presión ambiental que les incita a mostrarse como machos. Es más eficiente aprender en un ambiente que, además del esfuerzo para lograr el rendimiento académico adecuado, no se exige uno adicional para desempeñar el rol permanente de imponerse al otro sexo.

Además, especialmente en la adolescencia, los jóvenes necesitan modelos de referencia que les acompañen en la aventura de buscar sentido a sus vidas y les trasmitan unos valores que les hagan hombres y mujeres del futuro, fuertes y libres. A partir de los años 90 se ha ido observando que un motivo clave en el fracaso escolar es la ausencia de modelos con los que identificarse en aquellas familias sin padres, monoparentales o en las que los progenitores están constantemente fuera del hogar y desvinculados de la educación de sus hijos. En los colegios diferenciados, donde el profesorado suele ser también del mismo sexo, resulta más fácil identificarse con personas adultas que les sirven de modelos, lo que favorece un contacto más sencillo y espontáneo.

La educación diferenciada ofrece un espacio libre de distracción y presiones,
propicio para la maduración personal

Moderno e innovador

Este modelo docente, conocido en Europa y América como single-sex education, está siendo implementado en colegios públicos de Estados Unidos, Alemania, Australia o Reino Unido, como herramienta para superar el fracaso escolar y alcanzar una igualdad de oportunidades real entre los sexos en el ámbito educativo; ha sido acogido con entusiasmo por padres, docentes y responsables públicos de las más diferentes tendencias e ideologías, dados los excelentes resultados académicos y personales que se derivan de su aplicación, sobre todo, entre alumnos que pertenecen a minorías desfavorecidas o a familias con problemas socio-económicos.

La educación separada por sexo es un modelo moderno e innovador por el que están apostando gobiernos de muy diferentes tradiciones. Es una magnífica opción pedagógica y educativa, aunque no la única válida, pues ningún modelo es perfecto para todos los alumnos. La diversidad y la pluralidad de modelos educativos es la fuerza que vertebra la verdadera libertad de enseñanza

María Calvo Charro es doctora en Derecho y profesora titular de la Universidad Carlos III de Madrid, y presidenta en España de la Asociación Europea de Centros de Educación Diferenciada (EASSE).


[1]National Association for Single Sex Public Education (NASSPE) (www.singlesexschools.org).
[2]England’s National Foundation for Educational Research, a través de una muestra en 2002 de 2.954 colegios y 370.000 estudiantes, concluyó que chicos y chicas “alcanzan el éxito académico y el equilibrio personal en mucha mayor medida en colegios single sex”.
[3]The National Coalition of Girls’ Schools (www.ncgs.org).
[4]International Boys’ Schools Coalition (www.theibsc.org).