Los adolescentes protestan, desobedecen y atacan donde más duele, y actúan en ese momento como si realmente no quisieran a sus padres. Por eso hay que actuar siempre como un padre o una madre que está de su parte: exigente pero respetuoso y cariñoso. FERNANDO ALBERCA
La agresividad –e incluso en grado mayor la violencia–, es síntoma de una psicopatología –enfermedad–, o de una respuesta defensiva; intolerable, pero defensiva. El ser humano actúa mal no por poder, sino por debilidad.
La agresividad y la violencia representan –en el niño y especialmente en el adolescente– una manera de comunicación, por defectuosa e inaceptable que ésta sea. Por eso, no cabe otra respuesta que el silencio del adulto. Conviene saber que los gestos que desagradan de un hijo adolescente son signos de su impotencia, de no ser capaz de explicarse con el lenguaje adecuado. El ser humano, de hecho, siempre se expresa imperfectamente, sin acertar a elegir bien los gestos y las palabras cuando está, por ejemplo, muy enfadado o muy eufórico.
El idioma adolescente
El adolescente inseguro procura no ser transparente para no ser tan vulnerable: ha de defender su cuerpo débil con algún escudo ante las flechas certeras que todos le lanzan. Cree que si se le ve tal como es, si se sabe lo que piensa y lo que hace a solas, el concepto que se tendrá de él será peor. Lo sabe y se protege:
- “No me pasa nada”, cuando le pasa; o “me pasa”, cuando nada importante sucede.
- Echar la culpa a otro.
- Decir que no quiere ir a un sitio cuando quiere.
- Decir que se ha aburrido cuando él no ha decidido hacer aquello.
- “Con vosotros no se puede hablar”, cuando piensa: “no puedo seguir hablando con vosotros porque ya no se me ocurren más argumentos y estoy cansado de discutir”.
- “Sois unos carcas, no estáis en este mundo”, cuando piensa: “¿cómo podéis creer que puedo decir eso en mi pandilla?, ¿no comprendéis que si lo hago me dirán: eres tonto acomplejado, antiguo?”. Entonces dirige ese insulto a sus padres para buscar en realidad su reacción y recibir argumentos que le sirvan para defenderse ante las provocaciones de sus amigos.
Los gestos que desagradan de un hijo adolescente son signos de su impotencia,
de no ser capaz de explicarse adecuadamente
No dice exactamente lo que piensa
Las palabras no significan siempre lo que parecen en boca de los adolescentes, sobre todo si están muy contentos o muy enfadados. Sirvan de ejemplo las situaciones siguientes:
- A la pregunta “¿cómo estás?” o “¿cómo te encuentras?” o “¿qué tal te ha ido?”, contestan normalmente: “bien”; pero su “bien” significa muchas veces lo contrario.
- “Todo mal” tampoco significa que sientan que no hay salida, ni que todo vaya mal. Quiere decir, simplemente, que tienen un problema.
- “Tengo que decirte una cosa muy importante” significa “tengo muchas ganas de contar algo”. Ese algo no es en verdad importante, pero lo anuncia así para que le otorguemos la importancia que creen que merece.
- Por el contrario, “tienes un momento” o “me gustaría contarte algo pero no tiene mucha importancia” o “no te preocupes que puede esperar, volveré en otro momento”, es el anuncio de algo muy importante para esa persona, hasta el punto de tener que restarle gravedad.
- “Bien” significa generalmente “van mal muchas cosas”, tantas y tan arriesgadas de contar –y quedar bien al mismo tiempo– que mejor dejarlo en “bien”, que es más corto.
- “Mal” significa “te agradezco que preguntes. Me apetece mucho charlar contigo de algunas cosas, así que quédate aquí para que pueda contártelas si preguntas, aunque no sean grandes problemas”.
- “Mmmmmm” significa “no sé por dónde empezar. Hay cosas que me gustaría contarte ahora, pero no sé cómo enfocarlo, cómo describirlo con palabras, ni siquiera sé, en realidad, si me pasa algo. Quizá me arrepienta al final de contarlo…”.
¿Complicado? Divertido más bien. Práctico. Necesario. Si no sabemos el idioma que habla el adolescente, ¿cómo podremos entenderle? Y si le queremos tanto, ¿cómo no entenderle y demostrárselo?
Fernando Alberca es, según diferentes organismos nacionales e internacionales, el mayor experto en afectividad adolescente y uno de los mayores expertos en educación del mundo. Entre sus libros relacionados con la adolescencia destacan, entre otros, ‘Adolescentes manual de Instrucciones’ (Espasa, 2012) y ‘Guía para ser buenos padres de hijos adolescentes’ (Books4pocket, 2014).