En ocasiones se escucha la expresión “le tengo envidia de la buena”, ya sea para justificar o dulcificar la envidia que se experimenta, queriendo considerarla como buena, aunque en el fondo siga siendo envidia, sin más; o ya sea porque realmente se trate de algo positivo, al reconocer –sin tristeza ni enojo– el bien ajeno, y el que se desee obtenerlo. FRANCISCO UGARTE CORCUERA

En este segundo caso es claro que no existe propiamente envidia y por eso se entiende que se le atribuya el calificativo de “buena”. Sin embargo, propiamente hablando, la expresión “envidia de la buena” no es adecuada porque encierra una contradicción: la envidia no puede ser buena por toda la malicia que encierra. Afortunadamente existe un término que responde a lo que se intenta significar con esa expresión y es “emulación”.

Qué es la emulación

Emular significa imitar acciones valiosas, logros, cualidades y buenos ejemplos de los demás, procurando igualarlos e incluso superarlos, sin que generen malestar en la persona que desea imitarlos. Aristóteles estableció con claridad la diferencia con la envidia, cuando precisó que “la emulación es honrosa y digna de gente de honor; el envidiar es, en cambio, vil y de espíritus mezquinos; ya que, mientras unos se disponen por medio de la emulación a alcanzar los bienes, los otros se proponen por la envidia, que el prójimo no los posea”[1].

Según esto, la emulación será propia de los espíritus magnánimos –contrarios a los mezquinos–, para quienes los logros ajenos se convierten en motivaciones que los impulsan a dar lo mejor de sí mismos. Peñalosa lo expresaba con acierto cuando advertía: “si la envidia es freno que retrae, la emulación es acelerador que mueve a imitar, igualar y, si es posible, superar las cualidades y conquistas de los demás. La envidia es egoísta, pasiva y amarga; la emulación es generosa, activa y alegre”[2].

Con esto se comprende mejor el valor de la sana competencia que, en lugar de producir envidia, puede ser un motor que juegue un papel importante en el desarrollo y en el crecimiento de las personas.

Emulación y afán de superación

La emulación está íntimamente ligada al afán de superación, que es como su motivación inmediata. Además, la emulación genera una especie de círculo virtuoso pues, como advierte el adagio latino, aemulatio aemulationem parit, “la emulación engendra emulación”. Quien reacciona una vez positivamente ante el logro de otro, será más fácil que, en la siguiente ocasión que observe algo semejante, reaccione de la misma manera, y así sucesivamente. Sin embargo, debe señalarse que la auténtica emulación que perfecciona a la persona requiere que su motivación sea recta, por ejemplo, que no tenga como finalidad la exaltación del ego.

La emulación está íntimamente ligada al afán de superación,
que es como su motivación inmediata

La emulación a partir del propio talento

Hay quienes poseen cualidades innatas excepcionales y, además, tienen una fuerte inclinación a destacar sobre los demás para halagar su propio ego. Estas personas con talentos naturales especiales encuentran su motivación principal en el proceso mismo de superación, y en los resultados que van obteniendo. En un interesante artículo publicado en The Financial Times sobre el manejo de los futbolistas con talento por parte de los entrenadores[3], se destaca que el gran talento de un jugador de futbol profesional suele ir asociado a un gran ego (big talent usually comes with a big ego), y que estos jugadores talentosos no necesitan ser motivados por el entrenador, porque se motivan a sí mismos, por su afán de destacar. Resulta explicable que, cuando estas personas no tienen en la vida metas trascendentes orientadas hacia los demás, se centren en sí mismas y desarrollen un gran ego.

Cabe también que una persona posea grandes cualidades naturales pero haya aprendido a orientarlas al servicio de otros y no sólo de sí mismo, por ejemplo, porque sabe trabajar en equipo y busca el resultado del conjunto antes que el suyo propio, o porque encauza su actividad de manera que ayuda a los demás. En este caso, la emulación surgirá espontáneamente a partir del talento personal, pero con una orientación no egocéntrica. Cuando estas personas se desenvuelven en un ambiente competitivo, no sólo no les genera envidia, sino que potencian su inclinación a la emulación.

Hay quienes poseen cualidades innatas excepcionales al tiempo que
una fuerte inclinación a halagar su propio ego

La emulación a partir del ejemplo de los demás

En quienes, por el contrario, poseen cualidades y capacidades ordinarias, el detonante para apuntar alto suele ser, muchas veces, el ejemplo de alguien que ha alcanzado metas valiosas. Es decir, en estos casos no es tanto el talento personal lo que mueve a emular, sino el modelo que ha provocado el cambio de actitud. Esto se ve favorecido cuando se ha adquirido la disposición de aprender de los demás y admirar sus valores, convertidos entonces en estímulos que impulsan a dar siempre más en los diversos órdenes de la vida.

En el terreno humano, se procura llegar lo más lejos posible, desarrollando las propias capacidades y fortalezas, mejor aún si están orientadas al servicio a los demás. Y en el terreno espiritual, donde el objetivo más alto al que se puede aspirar es la santidad –que implica dar lo mejor de uno mismo por amor a Dios y al prójimo– ayuda mucho contar con el ejemplo de quienes ya han alcanzado esa meta y son reconocidos como santos: sus vidas incluyen logros y fracasos, cualidades y defectos, fortalezas y debilidades, pero, por encima de todo, han sabido secundar la acción de Dios en su conducta y por eso han alcanzado la meta. Estas personas son motivo de emulación para quien desea orientar su vida en sentido trascendente. Y esta es la razón por la que son canonizados por la Iglesia.

Para concluir, es preciso afirmar que la emulación es un cauce positivo para evitar o superar la envidia, porque en lugar de que el bien del otro produzca malestar y, consecuentemente, se le pretenda arrebatar, más bien los logros ajenos se valoran y convierten en fuertes motivaciones para la propia superación personal, tanto en el orden humano como en el espiritual.

Francisco Ugarte Corcuera es filósofo y autor, entre otros ensayos, de ‘Envidia de la mala, envidia de la buena’ (RIALP).


[1]Aristóteles, Retórica, II, 11, 1388 a 35-39.
[2]Peñalosa, Joaquín Antonio, El mexicano y los 7 pecados capitales, México: Paulinas, 1994.
[3]Kuper, Simon y Mike Forde, Game of talents: management lessons from top football coaches, The Financial Times, 2015.