La familia es el primer, el más radical y el último patrimonio de cualquier persona. Su reconocimiento y protección lo es de la innata y primaria contribución de todo ser humano al ser de la humanidad y a su vida, a su continuidad y a su crecimiento hacia el futuro. Se trata, pues, del ámbito más íntimo y natural de la resistencia –antídoto primario– frente a cualquier atentado contra la libertad. JAVIER ESCRIVÁ
El ser humano existe como persona femenina y como persona masculina. Esta realidad es previa a la cultura y puede comprobarse tanto en los conocimientos de las ciencias experimentales como en los de las ciencias sociales o de las humanidades. Los hemisferios del cerebro del varón y de la mujer tienen así diferencias anatómicas y usan estrategias diversas para llevar a cabo las mismas funciones.
En ambos se da una unidad sustancial entre cuerpo y espíritu y, como consecuencia, una unidad psicológica y unidad de vida. Esta unidad permite comprender que forma parte del ordo moris que la inclinación amorosa consiga convocarnos enteros, aportando a ella nuestras diferentes tendencias, desde las más psicosomáticas hasta las más espirituales. La unidad del compuesto humano permite comprender que el cuerpo masculino o femenino no es algo que sólo se tiene, sino algo que se es, que tiene de suyo la capacidad de contener y expresar el don o la acogida de la persona.
Ni idénticos ni antagónicos: complementarios
La diferencia entre mujer y varón llama a la unión conyugal; y la unión conyugal se basa en esa diferencia. Es propio del ser varón la tendencia a acoger a la mujer; como es propio de la mujer acoger al varón. Por ser un sujeto personal, esta tendencia puede ser integrada, asumida y concretada a través del acto de amor propio de la voluntad libre. De ahí surge el derecho a casarse.
El amor esponsal contiene en sí mismo una secuencia humanizadora. En el matrimonio, la mujer y el varón constituyen ya el núcleo fundacional de la familia.
La diferencia entre mujer y varón llama a la unión conyugal;
y la unión conyugal se basa en esa diferencia
La familia basta descubrirla
Varón y mujer entienden espontáneamente el darse y recibirse como tales en la unión matrimonial. Es notable la honda convergencia antropológica de tantas culturas diferentes a lo largo de los siglos. Lo singular de la unión de mujer y varón en el matrimonio es precisamente lo que lo ha hecho universal en el espacio y el tiempo.
No es por la religión que profesamos, por el país donde nacemos, por ser ricos o pobres, de izquierdas o derechas por lo que somos padres y madres, hijos y hermanos, abuelos o nietos, maridos o esposas, hombres y mujeres. Lo somos por ser humanos. Estas identidades familiares, que nadie puede ser a solas consigo mismo, que constituyen relaciones cuyos vínculos arraigan en nuestra más profunda intimidad, manifiestan que nos comunicamos, nos compartimos y nos copertenecemos en la carne y la sangre, que nuestra común naturaleza humana es comunión y comunión íntima.
Ser esposos significa ser padres potenciales
Las relaciones de parentesco surgen de la conyugalidad, generan identidad e integran el relevo generacional en un ámbito de aceptación y de diálogo.
El ámbito propio de la relación plena de maternidad, paternidad y filiación es el de la conyugalidad. Por la condición personal y esponsal del ser varón y mujer, la procreación humana es una procreación por amor y para amar.
Personas desde el principio hasta el final
La biología y la medicina, la antropología y el derecho se dan la mano. Conviene el respeto a la vida y dignidad humanas sin condicionamientos ni diferencias discriminantes: ¿vivos? luego… humanos.
En el campo sanitario y asistencial, la familia cumple una función fuera de lo común. Las articulaciones familiares, por su estricta naturaleza afectiva y amorosa, han sido y siguen siendo los verdaderos soportes de la enfermedad y de la lucha contra las drogodependencias.
Las campañas sanitarias, higiénicas, alimentarias y de prevención y lucha contra la enfermedad y las diversas lacras sociales no pueden hacerse de espaldas al tejido familiar. La familia tiene derecho a ser llamada como sujeto social primordial y participar en su diseño y ejecución, con los correspondientes apoyos sociales y públicos.
En el campo sanitario y asistencial, la familia cumple una función fuera de lo común
Lo bueno merece ser valorado
Matrimonio y familia conforman y aportan una función estratégica insustituible para el bien común de la sociedad. Reconocer ese valor no es otorgar privilegio, sino respetar la justicia.
La familia tiene unos rasgos específicos y un carácter previo respecto a las demás realidades sociales, y en consecuencia se le debe respetar su autonomía originaria, que se extiende hasta lo necesario para la consecución de sus fines.
Por ser la paternidad y maternidad relaciones de origen, y por la condición de los hijos al ser engendrados y concebidos, la primera responsabilidad sobre los hijos recae en los padres. A ellos corresponde la patria potestad y el primer deber y derecho en lo que se refiere a la educación. A ellos corresponde también la primera protección de la salud, no en cuanto a los medios sanitarios, sino en cuanto a las decisiones pertinentes.
Garantía de libertades
La familia transmite libertad, enseña libertad y protege libertades. Transmite, enseña y protege libertad hacia dentro de ella misma; pero también transmite, enseña y protege libertades dentro del contexto social. La sociedad y el Estado reciben de esta función un beneficio difícil de medir: no es desproporcionado que faciliten su ejercicio.
Javier Escrivá es director del Instituto de Ciencias para la Familia de la Universidad de Navarra.