De la crisis conceptual en la que hoy día vive instalada la sexualidad, que ha pasado de considerarse fuente de significado de la persona a objeto de consumo, pueden extraerse algunas consecuencias de hondo calado: el pansexualismo, el analfabetismo afectivo y la conversión de la persona en un ser utilitario emotivista.
JUAN PARDO DE SANTAYANA GALBIS

“Con el término «pansexualismo» –señala el profesor Pérez-Soba– no nos vamos a referir a una serie de fenómenos sociales, sino a una auténtica configuración de la sociedad, una propuesta cultural que presenta un modo específico de comprender la realidad sexual y todos los valores morales que están en correlación con la misma. En concreto, este ambiente cultural puede caracterizarse por medio de tres principios básicos:

  1. La reducción de la sexualidad a genitalidad, es decir, el calificativo sexual se va a aplicar sólo a lo que conlleve la excitación sexual incluso hasta llegar al goce completo (orgasmo). Se pierde el valor simbólico de la sexualidad que la une en tantas culturas a un significado de trascendencia, a los valores psicológicos ligados a la construcción de la intimidad humana y a los valores relacionales que llenan de contenidos personales la relación hombre-mujer.
  2. El tratamiento de la sexualidad como objeto de consumo. Los criterios para su realización serán los mismos que los que rigen cualquier consumo: cuanto más, más rápido e intenso sea el placer, mejor será el sexo. Detrás de este modo de utilizar la sexualidad surgen una gran cantidad de intereses económicos, todo un mercado regido por sus propias leyes que van a ejercer una fuerte presión y se van a extender con muchas ramificaciones. Este segundo aspecto es, sin duda, una consecuencia del primero, ya que sólo puede convertirse en tal objeto utilizable una sexualidad tan pobre como la genital.
  3. El juicio que reclama la presencia de la genitalidad y su consumo como normal en cuanto hecho, e incluso como buena como tendencia social. Es el elemento de valoración moral de la sexualidad tomada ya en su forma genital.

En este caso el término «bueno» significa entonces lo mismo que un bien especial de consumo. De este tipo de juicio se desprende un aprecio real de la presencia sexual en todos los ámbitos de la existencia: no sólo en el espectáculo o la prensa, sino también en la publicidad, la educación, el ocio –los viajes–, el trabajo, la medicina, etc. Consecuencia de ello es la omnipresencia de la sexualidad. Se podría incluso hablar de una auténtica obsesión sexual; es un modo inconsciente de centrar la atención sobre un objeto. La sexualidad entendida como una excitación genital se convierte en un fin en sí mismo, que se verá reforzado por la obsesión sexual que tenga cada persona. Si en algún momento no se hace presente, el reclamo sexual se vive como una carencia”[1].

“Sólo puede convertirse en objeto utilizable
una sexualidad tan pobre como la genital”

El “analfabetismo afectivo”[2]

Desde hace unos años se ha empezado a hablar de “analfabetismo afectivo”, un fenómeno muy extendido entre las nuevas generaciones, que alude a la incapacidad de entrar en contacto con el mundo de las propias emociones y, como consecuencia, de comunicar y establecer relaciones adecuadas con los demás. Se podría decir que este “analfabetismo emotivo”, haciendo buena la expresión, equivale a una incapacidad de leer y escribir: por un lado, incapacidad de leer las propias emociones y los propios sentimientos, lo que en no pocas ocasiones lleva a que se atropellen y desaten de manera incontrolada; por otro, incapacidad de escribir en la trama de la propia existencia sobre lo que uno siente dentro de sí, algo que queda entonces silenciado o mal expresado, incomprensible e irrealizable.

A estos fenómenos sociales o de costumbres responden a una estrategia cultural bien organizada, a una verdadera revolución que, a partir del lenguaje, tiende a ser asimilada por la mentalidad y las instituciones de Occidente y después, poco a poco, por el mundo entero, como una suerte de neocolonialismo[3]. El derecho a elegir por parte de la persona se consagra como un absoluto en el ámbito de la sexualidad, de la reproducción, de la vida, al tiempo que se convierte en un factor de deconstrucción de las formas naturales y tradicionales de las relaciones en la familia, en la comunidad local y en la sociedad.

En el ámbito de la sexualidad, de la reproducción, de la vida,
el derecho a elegir se consagra hoy como un absoluto

El ser utilitario pasional[4]

La ideología subyacente no tiene las trazas que tenían los movimientos sociales y políticos del siglo XIX. En aquellas se partía de unas primeras ideas básicas, tanto mejores cuanto más claras fueran, que adquirían la condición de absolutas y se imponían por tanto sobre la realidad. Ahora se trata, en cambio, de una ideología que por su propia naturaleza evita el debate directo y se filtra en la vida cotidiana de las personas. Ya Max Weber habló de ello al referirse al “politeísmo ético”, en virtud del cual se presenta un cierto relativismo moral[5] como un fenómeno social, de tal forma que “en la actualidad la persona se comprende a sí misma e interpreta sus experiencias básicas a partir de unos presupuestos que conducen a la formación de lo que se denomina un sujeto utilitario pasional[6]:

  • Se puede llamar “utilitario” porque hace uso de una racionalidad instrumental en su proceder. Se trata de establecer un criterio de eficiencia que prioriza la satisfacción de los propios intereses en base a la relación medio-fin.
  • Se ha de calificar como “pasional” porque juzga su intimidad ateniéndose a sus propios afectos. Aquí se antepone la emoción al juicio moral, un sentirse bien como fin último de las acciones[7].

Juan Pardo de Santayana Galbis es psicólogo y director de la Fundación gift&task.


[1]Pérez-Soba Diez del Corral, JJ. El corazón de la Familia, Capítulo XIII: Ambiente cultural y social sobre sexualidad, matrimonio y familia. Publicaciones de la Facultad de Teología San Dámaso. Madrid. 2006.
[2]Melina, L. Por una cultura de la familia. Edicep, Valencia. 2009.
[3]Peeters, M.A. The specifity of Christian kerygma in the face of the new global ethic. Kampala. 9 June 2005; Rocella, E. – Scaraffia, L. Contro il cristianísimo. L´ONU e L´Unione Europea como nuova ideologia. Pienme. Casale Monferrato (AI). 2005.
[4]Pérez-Soba Diez del Corral, J.J. El corazón de la Familia, Capítulo X: La familia y la sociedad española según el Directorio de Pastoral Familiar de la Iglesia en España. Publicaciones de la Facultad de Teología San Dámaso. Madrid. 2006.
[5]Ratzinger, J. Homilía (18-IV-05): “Mientras el relativismo, esto es, dejarse llevar aquí y allá de todo viento de doctrina aparece como la única actitud a la altura de los tiempos modernos. Se va constituyendo una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y que deja como última medida sólo el propio yo y sus gustos”.
[6]DPF, 19. Para esta distinción: cfr. G. Abba, Quale impostazione per la filosofia morale? Las. Roma. 1996.
[7]Taylor, C. Sources of the Self. The Making of the Modern Identity. Harvard University Press. Cambridge. Massachusetts. 1989.