La naturaleza propia de las nuevas pantallas, tal como ponen de manifiesto numerosas investigaciones, trae consigo cambios sustanciales en la posibilidad y formas de la mediación educativa por parte de padres y madres. Veamos, a continuación, los principales condicionantes de esta nueva mediación. XABIER BRINGUÉ

En primer lugar, tal como afirma Meyrowitz[1], la entrada de los nuevos medios en el hogar supone un nuevo escenario en las relaciones de autoridad entre padres e hijos. La experiencia de mediación frente a medios convencionales como la radio o la televisión se basa en la experiencia de los propios padres como miembros desde su infancia de la Tvgeneration. Sin embargo, se da la paradoja de que, frente a las nuevas pantallas como Internet, videojuegos, móviles, etc., los jóvenes de la Netgeneration van por delante en conocimiento y uso, hecho que sitúa a los progenitores en clara desventaja e, incluso, puede llegar a cuestionar su autoridad para ejercer cualquier mediación. Dicho de otro modo, niños y jóvenes descubren y usan las innovaciones digitales antes que sus padres; son elementos que forman parte cotidiana de su vida y su actitud hacia ellos es mucho más familiar. Por ejemplo, los niños perciben Internet o los ordenadores como algo divertido, mientras que los padres consideran estos medios como realidades complejas, vinculadas al status social, etc. En definitiva, estas afirmaciones señalan cómo la falta de conocimiento del medio es un primer condicionante –aunque temporal– de la mediación familiar hacia los jóvenes.

La entrada de los nuevos medios en el hogar supone un nuevo escenario en las relaciones de autoridad entre padres e hijos

Cambios en las funciones mediadoras de padres y madres

En segundo lugar, varias investigaciones ponen de manifiesto cambios en las funciones mediadoras de padres y madres. Sobre los medios tradicionales, gran parte de la labor mediadora recae en la madre, tal como ha manifestado Pasquier[2] en su estudio de esta cuestión en ocho países europeos. Según este autor, son las madres quienes con mayor frecuencia hablan con sus hijos sobre lecturas, música o programas de televisión. Sin embargo, frente al uso del ordenador, Internet, videojuegos o móviles se produce una cierta segregación en la labor mediadora de los progenitores.

De los datos que arrojan los trabajos de Livingstone y Bovill se desprenden las siguientes conclusiones:

  • Las madres ejercen una mayor mediación frente a los medios que emplean sus hijos, salvo en el caso del ordenador.
  • Los medios sobre los que mayor control ejercen los padres son la televisión y el teléfono. (En esta tarea se involucran ambos progenitores más o menos por igual.) Esta labor mediadora se centra por lo general en limitar el uso del móvil tanto por el gasto que lleva aparejado como por el obstáculo que representa para el cumplimiento de las tareas escolares y el normal desarrollo de la vida familiar.
  • Los padres, sobre todo en el caso de familias con un perfil socioeconómico elevado, usan y conocen mucho mejor que las madres pantallas como el ordenador, Internet o los videojuegos. De algún modo, estos medios están más cercanos a la esfera masculina y la labor mediadora –o su posibilidad– recae con mayor fuerza sobre el padre.
  • En todos los casos, el control decrece según aumenta la edad de los hijos. Como es lógico, el grupo que exige mayor labor mediadora lo conforman niños de corta edad.

Son las madres quienes con mayor frecuencia hablan con los hijos sobre lecturas, música o programas de televisión

Más atención al cuánto y menos al qué

En tercer lugar, es necesario comparar las tendencias en la frecuencia de la labor mediadora de los progenitores con el contenido específico o los principales temas que se tratan en esta actividad educativa. Según Livingstone y Bovill, en sus entrevistas con padres y madres sobre este tema, existe un conocimiento por su parte de problemas como la violencia o el sexo explícito en programas de televisión, videojuegos, Internet, etc., pero su actitud es pensar que eso no afecta directamente a sus hijos. De algún modo, se desarrolla en los padres la conciencia de una tercera persona con dos claras dimensiones: son los hijos de otros los que se ven afectados por estos problemas, y son otras personas las que deben trabajar para solucionarlos (el poder público, la escuela, etc.). De esta actitud se deriva que la problemática sobre los contenidos inadecuados esté sólo inscrita en la agenda de agentes públicos y no en la de los padres como educadores. Y también explica el hecho de que el mayor foco de conflicto cotidiano, entre padres, madres e hijos, se centre en el número de horas que dedican a las pantallas, la distorsión que produce esta actividad en el rendimiento escolar, la vida familiar, el sueño, la salud, etc., y no sobre la calidad de los contenidos o la conveniencia de los mismos. En definitiva, la mediación familiar se basa, en gran medida, sobre el cuánto y abandona el objetivo de trazar criterios sobre el qué, y termina centrándose exclusivamente en la resolución de conflictos derivados de la competencia entre distintas actividades.

Xabier Bringué es licenciado en Ciencias de la Educación y doctor en Comunicación.


[1]Merowitz, J. (1985). No sense of plece. The impact of electronic media on social behavior. Oxford: University Press
[2]Livingstone, S. y Bovill, M. (2001). Children and their changing media environment. A european comparative study. New Jersey.