El escritor y periodista británico G. K. Chesterton[1] señalaba que el mayor enemigo del amor y de la familia es uno mismo; que es la falta de crecimiento interior, la pobreza de espíritu, el aburrimiento y la frivolidad, la asombrosa ausencia de imaginación, la que lleva a hombres y mujeres a desesperar de la familia y del matrimonio o, por lo menos, de su familia y de su matrimonio tal como lo experimentan. ENRIQUE ULECIA

Decía también el autor inglés que la gente insulsa siempre se encuentra necesitada de algún estimulante, y que tres cuartas partes del lujo, de la prodigalidad, del libertinaje…, se deben a la insipidez de gente que no puede imaginar nada que no haya experimentado. Algunos son tan pobres de espíritu que no tienen más remedio que tener cosas… Lo que de hecho ha destruido a la familia en el mundo moderno, continuaba, ha sido el capitalismo, pues, de todas las ideas modernas engendradas por la mera abundancia material, la peor de todas es la idea de que la vida familiar es aburrida y sosa.

Aun a riesgo de teorizar en exceso, merece la pena señalar que no son pocos los autores que, como Chesterton, han hecho referencia a la vida como un proyecto personal. Burke[2] señala que cada individuo es su propio proyecto. Polo[3] también habla del hombre como un ser de proyectos, entendiendo la biografía como el resultado de lo que cada cual traza y construye, pues la vida posterior al nacimiento, o bien la escribe el mismo que vive o no la escribe nadie. Por último, Covey[4] expresa que el hecho de que ocurran o no las cosas depende de uno mismo.

De todo esto se desprende, como vemos, que el futuro depende más de los que cada uno haga que de lo que decidan o hagan otros. Nacemos, por decirlo de alguna forma, a medio hacer, así que cada persona ha de acabar de hacerse a sí misma. Es una labor que no se lleva a cabo espontánea y gratuitamente, sino que requiere, al contrario, de una voluntad firme. Geach[5] escribe que las criaturas racionales están constituidas de tal modo que el logro de los fines para los que están naturalmente constituidas depende, al menos en parte, de que escojan ponerse a la tarea de alcanzarlos.

Estar aburrido predispone nuestro ánimo al abotargamiento,
y de ahí a la frivolidad, sólo hay un paso

Una peculiar mezcla de imaginación y tenacidad

El camino, bien es cierto, no es el mismo para todos: cada uno tiene que descubrir la mejor forma de realizarse. López Quintás[6], en este sentido, destaca que poder configurar un proyecto de vida y optar entre unas posibilidades u otras es la raíz de la creatividad. Habla Llano[7] de mujeres y hombres que se han convertido en una tarea para sí mismos, que son autores de su propia vida, que no han dejado de intentar descifrar los enigmas de la existencia, que son capaces de perseguir bienes personalmente relevantes, de integrarlos en la propia vida y de afrontar las circunstancias adversas que a nadie faltan.

Lo cierto es que merece la pena pararse de vez en cuando y reflexionar sobre los derroteros que está tomando nuestra propia vida, precisar cuáles son nuestras verdaderas aspiraciones y averiguar si ponemos los medios para conseguirlas. Es bueno tener grandes aspiraciones, ser soñadores, proyectar esos sueños a lo largo de la vida.

En esta línea, Polo afirma que resultaría interesante enseñar a la gente a soñar despierto, a saber soñar, pues la imaginación podría, hasta cierto punto, hacerse cargo del futuro en forma de proyecto. Pero hay que poner los medios necesarios para que esas aspiraciones puedan cumplirse; y es que, como señala Nubiola[8], la magnanimidad no está reñida con el realismo, antes al contrario. Por eso, para el pleno desarrollo personal se precisa una peculiar mezcla de imaginación y tenacidad que, ciertamente, no es fácil de lograr en la proporción adecuada. Se trata de intentar combinar las aspiraciones con los medios para alcanzarlas, un sano idealismo con un prudente realismo. El mero intento, en cualquier caso, ya es de por sí una prometedora declaración de intenciones.

Enrique Ulecia es consultor y orientador familiar.


[1]Chesterton, G.K. (1994). El amor o la fuerza del sino. Madrid: Ediciones Rialp, S.A.
[2]Burke, C. (2007). Man and values: A personalist anthropology. New York, NY: Screpter Publishers, Inc.
[3]Polo, L. (2006/2007). Ayudar a crecer. Cuestiones filosóficas de la educación (1ª Reimpresión). Pamplona: Ediciones Universidad de Navarra.
[4]Covey, S. R. (1995). El liderazgo centrado en principios. Barcelona: Paidós.
[5]Geach, P. (1977).
[6]López Quintás, A. (2004). Liderazgo creativo: Hacia el logro de la excelencia personal. Oviedo: Ediciones Nobel.
[7]Llano, A. (2002/2009). La vida lograda (7ª Reimpresión). Barcelona: Ariel.
[8]Nubiola, J. (2006). El taller de la filosofía. Una introducción a la escritura filosófica (4ª ed.). Navarra: Ediciones Universidad de Navarra.