La educación, articulada hoy por leyes educacionales –que no educativas–recientísimas que tratan de usurpar el derecho de las familias a orientar el sentido de educación de los hijos, debería ser congruente con los valores familiares. SALVADOR PEIRÓ I GREGÒRI

A mi juicio, se trata de un modelo tiránico, que ya se experimentó en Esparta (año 650 a. C). Entonces, se separaba a los menores de sus hogares para reunirlos en casas aparte, a fin de configurarlos uniformemente como guerreros. También hay antecedentes más recientes en la organización de Pioneros de la Unión Soviética (Lenin) y la Komsomol, juventudes comunistas de la URSS, sobre todo al comienzo de la revolución bolchevique, para separar a los niños de sus familiares a fin de uniformizar su carácter en el socialismo real. Así mismo, en la Alemania nazi, surgen los Lebensborn (y la JH), organización juvenil al servicio del nazismo, para reclutar a muchachos valiosos, desde los 10 años, como miembros de las SS. Todos estos movimientos juveniles tenían la función de adoctrinar ideológicamente a los niños a través de la educación en las aulas (como describe el libro LTI, de Kemplerer)[1].

Atendiendo a los resultados de los experimentos anteriormente expuestos, podemos valorar ese enajenamiento de la juventud como un rotundo fracaso moral, intelectual, económico, político… porque se niega la identidad del estudiante y su autorrealización en pro de un paraíso del proletariado o de un nacionalismo ario.

Identidad biológica

La identidad biológica se contiene ya en el genoma humano. Esta raíz, siendo común a toda la humanidad (de aquí la dignidad de toda persona), es a la vez distinto, único e irrepetible, dando originalidad a cada persona. Como se recogen en numerosos acuerdos internacionales, el ADN humano no se debe alterar a capricho individual o de grupo, pues da forma al propio “mapa” identitario genético (Cubero, 2003, 2-6), base para desarrollar el plan de autorrealización de los escolares. Por tanto, debe educarse prestando atención a su totalidad real, que se efectúa subsumiendo el elemento ontológico formal o “yo-puntual” (Choza, 1988). El despliegue educativo del yo ontológico debe contar y respetar cada programa de identidad, en donde reside la tendencia a ser persona autocontrolada (educabilidad).

El hecho de que el ser humano sea proyecto, apertura y futurización (Laín, en Cubel, 2015), también implica que la educación se deba llevar a cabo sin prejuicios, estereotipos, manipulaciones, determinismos… Cada caminante debe hacer su camino al andar (parafraseando a Machado). Como hemos visto arriba, hasta el día de hoy, sólo tenemos noticias de manipulación por parte de poderes ideologizados.

Un ejemplo de atentado a una buena educación es el protagonizado por la ideología de género, en aulas y en actividades circumescolares. Modelo que ha sido desmontado por las investigaciones científicas, cuyos informes demuestran que hay falsedad y adoctrinamiento educacional. Los hallazgos bio-genéticos muestran clarividentemente que el cigoto contiene un genoma propio, que le da una singularidad irrepetible y única, siendo diferente al de su padre y madre, y que permanece tal cual hasta la muerte (Miklavcic; Flaman, 2017). Antropológica y neurológicamente se constata que todas las personas somos diferentes en lo sexual (cromosomas XX e XY, así como 1, 9 y 19). Tal condición binaria de la sexualidad (varón y mujer) ha sido confirmada contundentemente mediante el análisis de ADNs de unas 500.000 personas, no encontrándose el famoso “gen homosexual” (Science, 29/08/2019; Nature, 30/08/2019; Le Point, 01/09/2019).

La identidad de la persona, y por tanto del educando, ofrece tres dimensiones:

  1. Vertical o dotacional: el yo-subjetividad con sus componentes: base senso-neuro-vegetativa, intelecto, afectividad y voluntad;
  2. Horizontal o relacional: consistente en la virtualidad de relacionarse con otras personas y objetos (espacio-temporal).
  3. Espiritual: proyectada a la trascendencia del sujeto, y que se objetiva en el cúmulo de creencias religiosas, culto a los difuntos, prácticas litúrgicas, etc., que constituyen un conjunto razonable. Hay que especificar en esto que la pregunta y respuesta positiva sobre Dios está presente en todas las sociedades y culturas, con un porcentaje mínimo de posiciones ateas (Burgos, 2016, 141ss). En consecuencia, la religión es el lugar donde la existencia humana se decide en su radicalidad, estando fuera de lo observable, pero inflamando desde la trascendencia los adentros del yo. De esta manera, la dignidad de la persona humana conlleva valorar a los seres humanos por encima del resto de lo creado, en virtud de su actual razón y libertad (o de su potencialidad tanto pasada como futura), que es una manifestación tangible de su espíritu (Puppinck, 2020, 52).

Salvador Peiró i Gregòri es catedrático de universidad en el área de Pedagogía.

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[1]LTI. La lengua del Tercer Reich: apuntes de un filólogo (Kemplerer V., 1947).