Establecida la disociación entre sexualidad y fecundidad, abordamos la segunda: la disociación entre sexualidad y compromiso. JESÚS Mª SILVA CASTIGNANI
Desde siempre ha existido un rito de compromiso que precedía a la pérdida de la virginidad y que comprometía a la pareja de por vida, el matrimonio. Habitualmente, a ese rito se le daba un significado sagrado. No es necesario remitirse a la Iglesia, basta con pensar en las culturas antiguas de África o América. En muchas de ellas, también existía un rito llevado a cabo por algún chamán o similar que comprometía a hombre y mujer antes de que se unieran sexualmente. En culturas como la judía, incluso se penaba con la muerte a quien perdía la virginidad fuera del matrimonio. Es cierto que la realidad del matrimonio se ha visto oscurecida por concepciones como la poligamia o el repudio; pero incluso en estos casos se concebía que las relaciones sexuales debían darse dentro del contexto del matrimonio.
La revolución sexual quiere romper esta asociación. Pero para poder comprender por qué, es necesario ver el significado que, desde la revolución sexual, se da a la sexualidad, en contraste con el significado tradicional. En todas las culturas se asociaba la sexualidad a la fecundidad, y la fecundidad también era considerada como algo sagrado; partiendo del milagro de la nueva vida que se generaba en el seno de una mujer, la sexualidad, como algo sagrado, adquiría tal valor que no podía hacerse de cualquier manera ni con cualquiera. Para criar a un hijo, consecuencia de las relaciones sexuales, se requería un hogar que diese cobijo, protección y desarrollo a esa nueva vida. Por eso, antes de engendrar vida se consideraba necesario un compromiso que asegurara la estabilidad de un hogar, la fidelidad entre el hombre y la mujer y el mutuo cumplimiento de los deberes que se derivaban de esta unión. Esto daba a la sexualidad un marco muy definido y una finalidad muy concreta.
Desde siempre ha existido un rito de compromiso que precedía a la
pérdida de la virginidad y que comprometía a la pareja de por vida
Un cambio de significado
La revolución sexual quiere romper la visión clásica de la sexualidad en relación con la reproducción y la asociación entre sexualidad y compromiso. Una vez que se entiende la sexualidad al margen de sus consecuencias biológicas, es más fácil desligarla del compromiso matrimonial. Como se ha conseguido que el sexo se viva al margen de la transmisión de la vida, ¿qué más da que estés casado o no con la persona con la que tienes relaciones sexuales? Al fin y al cabo, es algo que no va a tener consecuencias… ¿Por qué no hacerlo?
Esto supone un cambio del significado de la sexualidad. ¿A qué me refiero? En el mundo actual, tener relaciones sexuales con alguien puede significar tres cosas:
1. “Te quiero mucho.”
2. “Quiero disfrutar contigo.”
3. “Quiero tener un hijo contigo.”
La tercera, como hemos visto, es bastante rara; habitualmente los embarazos que se producen son inesperados. Pero también hay parejas que buscan tener hijos y así lo planifican.
“Te quiero mucho”
Cuando alguien te gusta, lo primero que te atrae es el físico. El asombro ante el otro nos lleva a acercarnos y conocerle más, lo cual va implicando poco a poco nuestro corazón. Cuando se da una correspondencia y se inicia una relación, las expresiones físicas adquieren un nuevo significado. Una caricia, coger de la mano, un beso en la mejilla, un beso en la boca, un beso prolongado, son manifestaciones a las que nuestro cuerpo nos va llevando cuando estamos en intimidad con alguien a quien queremos. Todo esto funciona como una especie de preludio de las relaciones sexuales, ya que el umbral de excitación va creciendo según se van dando esas manifestaciones físicas en la pareja. De este modo, se enciende el deseo de algo más. Habitualmente, vivimos esto como una cuesta abajo que se da de un modo bastante mecánico.
En esta cuesta abajo, las expresiones, cuanto más intensas, pretenden manifestar más amor. Así, tener relaciones sexuales significaría “te quiero mucho”; sería como un gesto físico de mayor nivel, por encima de la caricia y el beso. La revolución sexual nos ha llevado a considerar esto como algo normal. Si entendemos así la sexualidad, no tiene sentido que pensemos que deba darse después de hacer ningún compromiso. Simplemente, si quiero a la persona, se lo manifiesto de esa manera. Pero si luego dejo de quererla, pues se acaban esas manifestaciones físicas. Y si luego empiezo a querer a otra persona, entonces tengo relaciones con ella. Total, si no tiene consecuencias…
Sin embargo, hay una serie de cosas que no me cuadran en este esquema. ¿Por qué hablamos de “perder la virginidad”? Es una expresión fuerte. Se refiere a un hecho muy concreto, muy real, que sucede en un momento dado, una primera vez, y que marca un antes y un después en nuestra vida. Nuestra sociedad, incluso habiendo dejado atrás todos los tabúes sexuales, sigue hablando de perder la virginidad. Aunque lo presenta como algo bueno, algo deseable y algo que hacer cuanto antes, a la vez mantiene la idea de pérdida. ¿Por qué sí que entendemos que hay un antes y un después que marca absolutamente la vida, si las relaciones sexuales no significan nada más que un “te quiero mucho”? ¿No será que en realidad es algo que tiene otro significado?
Y hay otra cosa que tampoco me cuadra. ¿Qué se da entre dos personas que han tenido intimidad que hace que, incluso una vez terminada esa relación, haya que respetarla? Es como si esa relación se quedara abierta, como si algo te siguiera uniendo a la otra persona, algo que la gente de tu entorno debiera respetar. ¿No es curioso? Si las manifestaciones físicas simplemente significan “te quiero mucho”, ¿por qué nos duele que una persona que se supone que nos quiere tenga una relación con alguien con quien hemos estado? ¿Qué hay detrás de esa ley no escrita? ¿Y si nos estamos equivocando en nuestra forma de concebir el amor y el sexo? ¿No será que, de algún modo, el amor y el sexo generan un vínculo que permanece, aunque la relación se haya acabado? ¿No será entonces que el marco de un compromiso definitivo es el adecuado para tener relaciones sexuales…?
Jesús María Silva Castignani es autor, entre otros libros, de ‘Sexo: cuándo y por qué’ (Palabra).
| SIGA LEYENDO… La sexualidad disociada (y III)